viernes, 12 de agosto de 2011

Santa Juana de Chantal

Santoral 12 de agosto

"¿Queréis ser humilde, hija mía? Tratad de conoceros bien; desead que os reconozcan imperfecta;    amad el desprecio, en todas sus formas y de cualquier parte que os venga. No ocultéis vuestros defectos; dejad que se vean, aceptando con cariño la abyección que de ellos os resulte. No dejéis nunca decaer vuestro corazón por alguna falta que podáis cometer. Desconfiad de vos misma y confiad única e incesantemente en Dios, persuadida de que, no pudiendo nada por vos, todo lo podéis con su gracia y poderosa ayuda." -a sus hijas espirituales de la Orden de la Visitación.

Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.

Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente.

En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones. En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. V. de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa.

A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden.

Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden.

Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.

Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.

La canonización de Santa Juana Francisca tuvo lugar en 1767. San Vicente de Paul dijo de ella: "Era una mujer de gran fe y, sin embargo, tuvo tentaciones contra la fe toda su vida. Aunque aparentemente había alcanzado la paz y tranquilidad de espíritu de las almas virtuosas, sufría terribles pruebas interiores, de las que me habló varias veces. Se veía tan asediada de tentaciones abominables, que tenía que apartar los ojos de sí misma para no contemplar ese espectáculo insoportable. La vista de su propia alma la horrorizaba como si se tratase de una imagen del infierno. Pero en medio de tan grandes sufrimientos jamás perdió la serenidad ni cejó en la plena fidelidad que Dios le exigía. Por ello, la considero como una de las almas más santas que me haya sido dado encontrar sobre la tierra".

viernes, 15 de julio de 2011

DESCRIPCIÓN DE LA VERDADERA DEVOCIÓN


Los avisos y ejercicios que se requieren para conducir al alma, desde su primer deseo de la vida devota, hasta una entera resolución de abrazarla.

Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la divina Majestad; mas, como sea que las pequeñas faltas que se cometen al comienzo de una empresa crecen infinitamente en el de curso de la misma y son casi irreparables al fin, es menester, ante todo, que sepas en qué consiste la virtud de la devoción, porque, no existiendo más que una verdadera y siendo muchas las falsas y vanas, si no conocieses cuál es aquélla, podrías engañarte y seguir alguna devoción impertinente y supersticiosa. Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y cada uno pinta la devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado al ayuno se tendrá por muy devoto si puede ayunar, aunque su corazón esté lleno de rencor, y -mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su lengua en el vino y ni siquiera en el agua-, no vacilará en sumergirla en la sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia. Otro creerá que es devoto porque reza una gran cantidad de oraciones todos los días, aunque después se desate su lengua en palabras insolentes, arrogantes e injuriosas contra sus familiares y vecinos. Otro sacará con gran presteza la limosna de su bolsa para darla a los pobres, pero no sabrá sacar dulzura de su corazón para perdonar a sus enemigos. Otro perdonará a sus enemigos, pero no pagará sus deudas, si no le obliga a ello, a viva fuerza, la justicia. Todos estos son tenidos vulgarmente por devotos y, no obstante, no lo son en manera alguna. Las gentes de Saúl buscaban a David en su casa; Micol metió una estatua en la cama, cubrióla con las vestiduras de David y les hizo creer que era el mismo David que yacía enfermo. Así muchas personas se cubren con ciertas acciones exteriores propias de la devoción, y el mundo cree que son devotas y espirituales de verdad, pero, en realidad, no son más que estatuas y apariencias de devoción.

La viva y verdadera devoción, ¡oh Filotea!, presupone el amor de Dios; mas no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien, se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que no sólo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción. Las avestruces nunca vuelan; las gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con pesadez; mas las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con frecuencia veloces y muy altas. De la misma manera, los pecadores no vuelan hacia Dios por las buenas acciones, pero son terrenos y rastreros; las personas buenas, pero que todavía no han alcanzado la devoción, vuelan hacia Dios por las buenas oraciones, pero poco, lenta y pesadamente; las personas devotas vuelan hacia Dios, con frecuencia con prontitud y por las alturas. En una palabra, la devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente, y, así como corresponde a la caridad el hacernos cumplir general y universalmente todos los mandamientos de Dios, corresponde también a la devoción hacer que los cumplamos con ánimo pronto y resuelto. Por esta causa, el que no guarda todos los mandamientos de Dios, no puede ser tenido por bueno ni devoto, porque, para ser bueno es menester tener caridad y, para ser devoto, además de la caridad se requiere una gran diligencia y presteza en los actos de esta virtud.

Y, puesto que la devoción consiste en cierto grado de excelente caridad, no sólo nos hace prontos, activos y diligentes, en la observancia de todos los mandamientos de Dios, sino además, nos incita a hacer con prontitud y afecto, el mayor número de obras buenas que podemos, aun aquellas que no están en manera alguna mandadas, sino tan sólo aconsejadas o inspiradas. Porque, así como un hombre que está convaleciente anda tan sólo el camino que le es necesario, pero lenta y pesadamente, de la misma manera, el pecador recién curado de sus iniquidades, anda* lo que Dios manda, pero despacio y con fatiga, hasta que alcanza la devoción, ya que entonces, como un hombre lleno de salud, no sólo anda sino que corre y salta «por los caminos de los mandamientos de Dios», y, además, pasa y corre por las sendas de los consejos y de las celestiales inspiraciones.

Finalmente, la caridad y la devoción sólo se diferencian entre sí como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera que la devoción nada añade al fuego de la caridad, fuera de la llama que hace a la caridad pronta, activa y diligente no sólo en la observancia de los mandamientos de Dios, sino también en la práctica de los consejos y de las inspiraciones celestiales.

San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota.



lunes, 25 de abril de 2011

Prácticas de la Guardia de Honor.

Son tres las prácticas principales de la Guardia de Honor:

*La inscripción de los asociados en el cuadrante de la obra.
*La Hora de Guardia
*La preciosísima ofrenda.

Inscripción en el cuadrante.

Cuando Nuestro Señor inspiró a la vidente de Paray-le-Monial la misión de promover en el universo entero el culto de su Divino Corazón, precisó en términos indiscutibles cómo entendía que se practicase este culto diciéndole entre otras cosas:

Tengo un singular placer en ver mi amor honrado bajo la figura de un corazón de carne. Deseo que su imagen se exponga en publico a fin de conmover el corazón insensible de los hombres.

Y añadió: en todos los lugares donde esta esta imagen sea impuesta para ser singularmente honrada atraerá toda suerte de bendiciones.

Respondiendo a este llamamiento, la hermana María del Sagrado Corazón Bernaud VSM, por inspiración del mismo Sagrado Corazón y retomando las palabras dirigidas a Santa Margarita María Alacoque al fundar la Guardia de Honor toma por estandarte un cuadrante horario formado por doce estrellas teniendo en el centro la imagen del Sagrado Corazón de Jesús herido por la lanza con este lema: ¡Gloria, Honor, Reparación!

Exige, además, que los nombres de sus miembros ya inscritos en el registro de la Archicofradía conforme a los Decretos Pontificios, lo estén también en el cuadrante (que puede ser cuadrante de admisión o cédula de agregación)

En una época en que la religión de Jesucristo es desconocida o bien relegada a las Iglesias o sacristías y aún en algunas naciones es violentamente perseguida, nuestro Señor reclama culto público de fe, de reparación y de amor. Los Guardias de Honor se lo ofrecen con toda generosidad que merece el Corazón de su Rey y de su Dios ¡Rey mío, Dios mío!

El cuadrante puede exponerse en un oratorio, una capilla y sobre todo en la Iglesia al lado de un altar o de imagen del Sagrado Corazón. Puede también exponerse en el hogar familiar.

La Hora de Guardia.

Los mismos Asociados escogen su hora de Guardia diaria, no deben cambiarla si no por razones legítimas.

No es necesario pasar esta hora en oración, ni en la Iglesia. Diciendo un dia nuestro Señor a Margarita Maria Alacoque que quería ¡todo por amor, nada por la fuerza! parecía precisar ya la manera de hacer la Hora de Guardia. Todo se deja a la iniciativa personal. Cuando dan esta hora, los asociados, sin cambiar nada de sus ocupaciones ordinarias y sin dejar de cumplirlas lo mejor posible, van en espíritu al puesto de amor: El Sagrario. Allí ofrecen a Jesús sus pensamientos, palabras, acciones, alegrías, sus penas, etc. pero, sobre todo, el deseo de consolar al Corazon Divino con su amor. Durante la hora que pasan unidos, cuanto es posible a nuestro Señor, orando, trabajando, sufriendo bajo su divina mirada, los asociados hacen un acto de amor ofreciendo la pena y mortificación que haya en su trabajo, reiterando de vez en cuando la preciosísima ofrenda. Pero nada es obligatorio, cada uno sigue el impulso de su piedad y el atractivo de su alma para santificar esa hora bendita. La Hora de Guardia no causa, pues, a nadie ningún trastorno en sus ocupaciones o en el cumplimiento del deber, incluso en sus esparcimientos. Corresponde de hecho a la obligación de todo cristiano de santificar las acciones más indiferentes haciéndolas por agradar a Dios y cumplir sus santísima voluntad.

De esta manera la Hora de Guardia ha penetrado con facilidad maravillosa en las diversas clases de la sociedad, el hogar doméstico, la fábrica, el taller, la escuela, los hospicios, etc.

Mientras que en todas partes se olvida y se desconoce a Jesús, se procura incluso desterrarle. La Guardia de Honor le hace presente en todas partes.

El asociado debe tener mucho su Hora de Guardia. El buen Maestro sabe cuáles son aquéllos de sus queridos Guardias de Honor que a cada hora deben llegar a sus pies. ¡Su Corazón los espera, quién dirá las gracias que entonces les concede!

La Preciosísima Ofrenda.

La Archicofradía propone a sus Guardias de Honor como modelo de su piadosa función esta primera heroíca Guardia de Honor (la Virgen María, el apóstol San Juan y Santa María Magdalena), que siguió valerosamente a Jesús al Calvario, le consoló en el supremo abandono y fue testigo de la apertura misteriosa de su Sagrado Corazón. Esta primera Guardia le ofreció las primicias del culto de amor y reparación que los Guardias de Honor secundan hoy con tanto celo.

Una gracia incomparable recompensó la fidelidad de los Guardias de Honor en el Calvario: La Virgen María, el apóstol San Juan y Santa María Magdalena fueron llamados a recoger la efusión suprema de la Sangre y Agua que brotaron del Corazón traspasado del Salvador, ofreciéndola a Dios Padre, inauguraron por esta preciosa ofrenda una especie de participación del sacerdocio de Cristo que los Guardias de Honor reivindican hoy como porción escogida de su herencia.

Durante la Hora de Guardia cada asociado esta particularmente encargado de ofrecer ese cáliz de bendición del Padre Eterno. Puede hacerlo de una manera mental y desapercibida, al ir y venir, trabajar o sufrir, conversar incluso; un solo impulso del corazón basta.

En realidad, los Guardias de Honor continúan cerca del Sagrario la santa vigilia del Calvario reproduciendo su triple amor: con Santa María Magdalena el amor arrepentido, con San Juan el amor reparador y con la Virgen María el amor inmolado.

El fin de estas almas generosas es no solamente dar amor por amor, vida por vida a este Corazón que se agotó amándolas, si no también obtener el triunfo de la Santa Iglesia y la salvación de los pecadores por la aceptación de penas, amarguras, cruces con que la Providencia siembre su camino, y aun por voluntarias inmolaciones.

¿Quién podrá decir la gloria procurada a Dios por tales almas, la eficacia de sus súplicas, la perfección interior a la cual se elevan y los consuelos que prodigan al Divino Corazón?

Tales son el origen, el objeto, el fin y las prácticas características de la Guardia de Honor.

Sin Embargo, esta Archicofradía no es en manera alguna extraña a las demás asociaciones erigidas en honor del Corazón de Jesús.

martes, 22 de febrero de 2011

Reliquia de Santa Margarita llega al Monasterio de la Visitación en San Salvador.


Llega al país una reliquia de Santa Margarita María Alacoque que permanecerá en el Monasterio de la Visitación de Santa María como una bendición de nuestro Señor Jesús para todo el pueblo Salvadoreño.


Se tendrán algunas actividades empezando desde el día de mañana 23 de febrero hasta el día sábado 26 donde se llevará a cabo la procesión con la reliquia de Santa Margarita desde la Parroquia San José de la montaña hasta el Monasterio de la Visitación donde culminará con una santa misa.

El horario de las actividades es:

Día 23 y 24 de febrero de 3:00 a 5:00 pm
Charlas sobre el Sagrado Corazón de Jesús y de Santa Margarita Maria Alacoque
Lugar Parroquia de San José de Montaña, ubicado en 1º C. Pte. Col. Escalón # 3412.

Día 25 para sacerdotes y seminaristas
Hora de 2:00 a 4:00 pm

Día 26 la procesión a partir de las 5:00 pm saliendo de la parroquia san José de la montaña hacia el monasterio de la visitación de santa María



viernes, 11 de febrero de 2011

Origen y difusión mundial de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón

"Ved; la litera de Salomón sesenta valientes la rodean, de entre los más valientes de Israel"

El Monasterio de la Visitación de Bourg ( Francia) fue la cuna de la Guardia de Honor; allí nació providencialmente el 13 de marzo de 1863, tercer viernes de cuaresma, día en que la Liturgia celebraba entonces la fiesta de las Cinco Llagas.

Enriquecida por S.S Pío IX con todas las indulgencias concedidas a la Archicofradía romana del Sagrado Corazón y otras indulgencias especiales, fue elvada a la dignidad de Archicofradía en 1878 para Francia y Bélgica y en 1883 para España. El número de sus centros canónicos no podría hoy enumerarse. Cuenta principalmente con veinte Archicofradías nacionales.

Pío IX, León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII y un gran numero de prelados han sido inscritos sucesivamente en sus registros.

Pío IX reivindicaba como una de sus mas dulces glorías, su titulo de Primer Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús.

León XIII dijo al Excmo. Sr. Obispo de Belley: "Soy Guardia de Honor; me envían mi billete todos los meses y hago mi Hora de Guardia todos los días"

San Pío hacía su Hora de Guardia de 11 a 12; el 16 de enero de 1906 se dignó declararse protector especial de la Guardia de Honor.

En su Jubileo Sacerdotal, 1929, el Santo Padre Pío XI se dignó conceder a todos los asociados de la Archicofradía una muy especial bendición apóstolica en términos llenos de la mas paternal benevolencia hacia nuestra obra cuyo establecimiento había procurado con celo en Polonia antes de su elevación al Sumo Pontificado.

En fin, S.S Pío XII, después del homenaje de filial veneración que el Excmo. Sr. Obispo de Belley, le ofrecía en Roma en nombre de todos los Guardias de Honor , les enviaba a su vez el 9 de noviembre de 1947 su mas paternal bendición apóstolica.

Leemos en su Encíclica "Haurietis Aquas" :

Cuando tomamos el cargo del Soberano Pontificado, nos felicitábamos de ver este culto del Sagrado Corazón, propagarse felizmente en las naciones cristianas, triunfalmente, por decirlo así.

Nos hemos regocijado de los innumerables frutos de salvación que de ahí se derraman sobre la Iglesia entera.

¿No se cuenta la Guardia de Honor entre esas empresas variadas nacidas felizmente, capaces de renovar ese culto, siendo de las más adaptadas a las necesidades de nuestros tiempos?


jueves, 10 de febrero de 2011

San Francisco de Sales, fundador de la Orden de la Visitación.

San Francisco de Sales (1567-1622).
Nació el 22 de agosto de 1567 en el castillo de Thorens, diócesis de Ginebra, en el seno de una noble familia de Saboya. A los catorce años fue enviado a París, en donde fue discípulo de los jesuitas durante siete años. Después estudió jurisprudencia en Padua, doctorándose en derecho en 1592. Entregado a una vida de ardiente piedad, en 1586 sufrió una terrible tentación de desesperación al pensar que estaba destinado a manifestar eternamente la justicia de Dios en el infierno. Recobrada la tranquilidad por intercesión de la Virgen María, abandonó el brillante porvenir humano que le espe-raba y se hizo sacerdote. Sus primeros años de sacerdocio (1593-98) los dedicó preferentemente a la evangelización de la provincia de Chablais, que había sido arrastrada por el protestantismo, y que lo-gró, tras grandes esfuerzos, recuperar para el catolicismo. En 1599 fue nombrado coadjutor del obispo de Ginebra (Annecy), monseñor de Gránier, y poco después le sucedió como obispo de la diócesis. Es admirable la actividad que desplegó como obispo. Es él uno de los más insignes representantes de la maravillosa reforma pastoral que se llevó a cabo en la Francia de su época.
Dios puso en su camino a un alma de talla excepcional: Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal. Ambos fundaron el 6 de junio de 1610 la Congregación de la Visitación para hacer accesible la vida religiosa a quienes por su salud, su educación o sus compromisos en el mundo no tenían acceso a las formas hasta entonces existentes. No cabe un conocimiento más profundo de la psicología humana —y en concreto de la femenina— que la de las constituciones visitandinas. Sin austeridades espectaculares, se logra deshacer por completo la propia voluntad y sumergir al alma en un ambiente de caridad, de amor de Dios, de continua oración y mortificación. La máxima favorita del santo, que procuró inculcar a sus hijas, era: «No pedir nada, no rehusar nada, a ejemplo del Niño Jesús en la cuna».
Después de un viaje a París —donde conoció a San Vicente de Paúl, a quien confió el cuidado espiritual del recién creado monasterio de la Visitación— Turín y Avignon, llegó a Lyón, donde pocos días después, el 28 de diciembre de 1622, murió santísimamente. Sus restos mortales fueron traslada-dos al monasterio de la Visitación de Annecy, donde se veneran todavía junto a los de Santa Juana de Chantal.
San Francisco de Sales fue beatificado por Alejandro VII en 1661, canonizado por el mismo papa en 1665, y declarado doctor de la Iglesia por Pío IX en 1877. Ha sido declarado también patrono de los periodistas católicos por el papa Pío XI en 1923.
San Francisco de Sales es uno de los autores que más hondamente han influido en la espiritualidad posterior, principalmente a través de su magnífico Tratado del amor de Dios.

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