viernes, 17 de diciembre de 2010

Historia del Sagrado Corazón de Jesús.





¿Conoces la Guardia de Honor del Corazón de Jesús?



"Un soldado, le abrió el costado con una lanza" Jn. 19, 34

Desde la cumbre del Calvario cerca de Jesús crucificado una guardia velaba: postrada en adoración, lágrimas y amor, en pie , en fidelidad, abnegación y sacrificio. Eran María Magdalena, la pecadora convertida; el apóstol San Juan, el discípulo amado, y la Virgen María, Madre de Jesús.

¿Quién dirá los consuelos que esta heroica Guardia de Honor prodigó durante las tres horas de crucifixión al Divino Sentenciado?

María Magdalena había derramado a los pies de Jesús sus perfumes y sus lágrimas; Jesús la inundaba con su preciosisíma sangre, haciendo de la pecadora la peana de su altar y el pedestal de su trono: porque Pilatos le había escrito: El Crucificado era REY. (Mt. 26, 37)

El apóstol San Juan, era el único de los doce que había valerosamente seguido a su buen maestro, y Jesús, le legaba a su Madre y le asociaba a esta primera y solemne Misa del Calvario, que El, Pontífice eterno, celebraba para gloria de su Padre y salvación del mundo, asistido de la Virgen María, cooperadora de la obra de redención. Por eso el apóstol San Juan y la Virgen María estaba en pie a uno y otro lado del altar del sacrificio.

En cuanto a la Virgen Inmaculada, porque había consentido en que Jesús sacrificase su vida por nosotros, le legó una generación de almas y en la persona del apóstol San Juan le hizo nuestra Madre. Eva nos perdió debajo del árbol de las delicias; la Virgen María nos dio la vida debajo del Árbol del dolor.

¡Pero la recompensa suprema reservada a los Guardias de Honor del Calvario, fue asistir a la apertura del Corazón de Jesús! Fueron los primeros que contemplaron este Corazón lleno de suavidad, atravesado por la lanza, y los primeros que ofrecieron las primicias del Culto que le profesan hoy sus humildes Consoladores.

La Virgen María, el apóstol San Juan y María Magdalena, fueron las primicias y al mismo tiempo el símbolo perfecto de la Guardia de Honor. Hicieron este oficio, y por sus actos y sentimientos representaron de un modo admirable las diversas funciones que esta obra asigna a sus miembros, no menos que la misión que les propone, y el espíritu de que desea verlos animados.

Su Objeto.

El Sagrado Corazón de Jesús, símbolo de la Caridad infinita, he ahí el motivo esencial que la Guardia de Honor propone a las adoraciones de sus asociados, considerándole sin embargo bajo un aspecto esencial: El Sagrado Corazón Herido, dando por la efusión de su Sangre, el ultimo testimonio de Amor. Adoramos pues, a este Corazón Divino, herido visiblemente por la lanza, en el árbol de la Cruz, y herido después invisiblemente cada día por el olvido, la ingratitud y los pecados de los hombres.

En la primera imagen dibujada por Santa Margarita María Alacoque y presentada a la devoción de sus novicias había escrito en la misma Herida del Corazón de Jesús, la palabra "CHARITAS", resumía la misión que Nuestro Señor acababa de confiarle: la de hacer llegar al mundo entero estas palabras asombrosas salidas de la boca de Dios: "He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha reservado hasta agotarse y consumirse para mostrarles su amor..." Pero, muchas almas parecían detenidas únicamente en la contemplación del amor infinito que revelan estas divinas palabras, no habían sondeado la profunda Herida hecha por este mismo Amor en el Corazón de Jesús; herida invisible cuya llaga visible abierta por una lanza, no era sino el símbolo.

Y así la Guardia de Honor ha querido fijas la atención sobre el Corazón de Jesús, traspasado por la lanza del soldado y agrupar almas reparadoras en torno al Corazón Herido. Este objeto es doble:

Objeto material: El Corazón de Jesús atravesado por la lanza, Herida inefable, prevista, amada y aceptada por el Salvador durante su vida, sufrida después de su muerte como último exceso de amor, y digna por consecuencia de todas nuestras adoraciones.

Objeto espiritual: El Corazón viviente de Jesús en la Eucaristía perpetuamente herido: Por el olvido e ingratitud de los hombres (Is. 1,2) En su Reinado, por la apostasía de los pueblos que reniegan de su reino social. Ellos han conspirado contra el Señor, su Cristo. En su Sacerdocio por la profanación de su sacrificio y de su Sacramento de amor; y por las traiciones sacrílegas de aquellos a quienes Él mas ama. "Las otras herían mi cuerpo... pero estas herían mi corazón"

Tres grandes heridas que han crucificado y crucifican todos los días a Jesús en su Corazón, como lo que fue en su cuerpo; y que Santa Margarita María Alacoque simbolizó mandando que pintaran tres clavos en este Corazón adorable, en la primera imagen que ella dibujó y ofreció a veneración de sus hermanas.

Su Fin.

El fin de la Guardia de Honor es curar estas tres Heridas del Corazón de Jesús por medio de un culto perpetuo de consuelo, reparación y amor.

Las personas que practican el tierno oficio de Guardias de Honor, imitan cada uno a su modo a la Virgen María, al apóstol San Juan y a María Magdalena al pie de la Cruz.

Con María Magdalena, los Guardias de Honor de toda edad, sexo y condición, consuelan y reparan los ultrajes hechos a Jesucristo en su Divinidad, postrándose a sus pies respetuosos y amantes, llenos de amor para llorar sus faltas y la de sus hermanos... Es el Amor arrepentido, filial y agradecido, postrado ante el Corazón de Jesús. El oficio especial de estas almas es la Hora de Guardia.

Con el apóstol San Juan, los Guardias de Honor (especialmente los sacerdotes), reparan las heridas hechas a Jesús en su Reinado divino, ofreciendo a su Corazón herido sentimientos de celo, actos generosos y de verdadero sacrificio... Es el amor reparador frente al costado herido de Cristo, que toma en sus manos la Sangre y Agua que salieron de la Herida de su Corazón y hace de esta oblación pura, de este cáliz precioso una arma reparadora y apostólica en favor a la Iglesia, de las almas y para que vuelvan los pueblos a ponerse bajo el cetro de amor de Jesucristo. El oficio especial de estas almas es la mística y perpetua ofrenda del cáliz de bendición, de que se ha hablado antes.

Con la Virgen María, los Guardias de Honor ( en particular las personas religiosas y las consagradas a Dios) consuelan y reparan las heridas dolorosas que Jesucristo, Sacerdote y Víctima, recibe en su Sacerdocio y unen su oblación a las del Salvador perpetuamente inmolado, haciéndose una sola y misma víctima con Él. Es el amor heroico, que sube hasta el altar del sacrificio glorificando al supremo amor y cooperando con Él a la salvación del mundo. El oficio especial de estas almas es la unión con el Salvador constantemente inmolado.

Sus Frutos.

El resultado de estos ejercicios son verdaderamente frutos de vida.

Se pide y se obtiene más horror al pecado, verdadero arrepentimiento de las faltas y un amor tierno, filial y agradecido a nuestro Señor.

Se adquiere más generosidad, más celo y abnegación en el servicio de Dios y de las almas; y un espíritu de reparación y disposición de apóstol.

Se penetra el alma del espíritu de sacrificio y de inmolación, y contrae una unión estrecha con la vida y los estados de víctima de Nuestro Dulcísimo Salvador.

En otros términos: purificarse para ofrecerse, ofrecerse para ser inmolado, inmolarse para unirse a Jesucristo y consumirse en Él... ¡He aquí la Guardia de Honor!

Esta obra comprende en sus prácticas la Santa Misa, la Comunión Eucarística, la Adoración del Santísimo y toda la grandeza y belleza de la vida cristiana que es necesaria, útil y accesible a todos.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Promesas del Sagrado Corazón de Jesús.



He aquí las promesas que hizo Jesús a Santa Margarita, y por medio de ella a todos los devotos de su Sagrado Corazón:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

2. Pondré paz en sus familias.

9. Les consolaré en sus penas.

4. Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.

5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.

6. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.

7. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el Océano infinito de la misericordia.

8. Las almas tibias se volverán fervorosas.

9. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.

10. Daré a los sacerdotes el talento de mover los corazones más empedernidos.

11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, y jamás será borrado de El.

12. Les prometo en el exceso de mi misericordia, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren por nueve primeros viernes consecutivos, la gracia de la perseverancia final; no morirán sin mi gracia, ni sin la recepción de los santos sacramentos. Mi Corazón será su seguro refugio en aquel momento supremo.
Las condiciones para ganar esta gracia son tres:
1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.
3. Ofrecer cada Sagrada
Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.

El Sagrado Corazón de Jesús.



La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo.

La devoción al Sagrado Corazón está por encima de otras devociones porque veneramos al mismo Corazón de Dios. Pero fue el propio Jesús que, en el siglo XVII en Paray-le-Monial, Francia, solicitó, a través de una humilde religiosa, que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su Sacratísimo Corazón.

En efecto, el 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque. Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz. Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor."
Con estas palabras Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón. La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón. Dos, pues son los actos esenciales de esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.

La devoción al Corazón de Jesús, no solo se ajusta enteramente a los requisitos mencionados en el documento del Concilio Vaticano II concerniente a la liturgia, sino que, además, se encuentra enraizada en la entraña del mismo Evangelio, de donde proceden todos aquellos ideales, actitudes, conductas y prácticas fundamentales, definitorias del auténtico cristianismo y peculiares del culto cristiano.

En este sentido, la devoción al Corazón de Jesús está totalmente de acuerdo con la esencia del Cristianismo, que es religión de amor. Ya que tiene por fin el aumento de nuestro amor a Dios y a los hombres. No apareció de repente en la Iglesia, ni se puede afirmar que deba su origen a revelaciones privadas. Pues es evidente que las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque no añadieron nada nuevo a la Doctrina Católica.

La importancia de estas revelaciones está unicamente en que sirvieron para que, de una forma extraordinaria, Cristo nos llamase la atención para que nos fijásemos en los misterios de su amor. "En su corazón debemos poner todas las esperanzas". Ya que "la Eucaristía, el Sacerdocio y María son dones del Corazón de Jesús" (Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas).

*ACI prensa