lunes, 4 de febrero de 2013

Madre María Angélica Álvarez Icaza.



Nació en la calle Estampa de Jesús María, de la Ciudad de México, el 17 de diciembre de 1887; fue la quinta de 10 hijos; sus Padres Ignacio Álvarez Icaza y Carolina Icaza y Cosío.

Fue bautizada el 10 de enero de 1888 como María Concepción y confirmada días después. El 12 de octubre de 1895, día de la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, hizo su Primera Comunión en la iglesia Concepcionista de Balvanera. María Concepción pertenecía a una familia acomodada donde había catorce sirvientes, y además tenían una casa en el centro de la ciudad, y otras dos en la Villa y en Coyoacán.

 El 31 de enero de 1896 murió su madre de tifo y ella fue enviada a la casa de sus tías. Durante su adolescencia tuvo poco contacto social y estudió con institutrices. El 29 de septiembre de 1902 rechazó el amor de un joven llamado Javier y el 19 de marzo de 1904 expresó su vocación religiosa. El 6 de enero de 1905 partió hacia Morelia, Michoacán, para ingresar el día 8 a la Orden de la Visitación de Santa María; tenía 17 años. El 14 de enero empezó su Postulantado y el 23 de junio vistió los hábitos con el nombre de María Angélica; un año después, el 26 de junio de 1906, hizo su Profesión Perpetua. Estos años cimentaron sus experiencias místicas. En los escritos de la Madre María Angélica se advierte que era seguidora de San Francisco de Sales y de Santa Juana Francisca de Chantal, fundadores de su Congregación. Su libro de cabecera fue “Historia de un Alma”, de Santa Teresita del Niño Jesús. Era devota de la Virgen de Loreto y una imagen que tenía su familia la llevó al monasterio el 31 de mayo de 1908. En junio de 1913, cuando tenía 25 años, padeció una grave enfermedad y el día 23 recibió los Santos Óleos. Se convirtió en un alma mística, hacía penitencias de sangre “pidiendo a Dios que no se notara exteriormente en su vida religiosa, para que fuera un más en la Comunidad… un silencio de 60 años“.

El Padre Alberto Cuscó y Mir fue su primer Director Espiritual. La Madre María Angélica Álvarez conoció a Luis María Martínez el 14 de febrero de 1915, es decir, 7 años antes de que él fuera obispo. Ella fue la primera gran alma mística que tuvo la suerte de encauzar.

“Desde febrero de 1915 hasta febrero de 1916, cuando la Comunidad de la Visitación de Morelia se exilió en España, para poder continuar su vida claustral, cada lunes se entrevistaban Monseñor Martínez y la Madre María Angélica, momento en el cual ella abría su alma a su Director y él se limitaba a escuchar y aprobar lo que oía, tal vez porque eran cuestiones demasiado elevadas y aún desconocidas para él”.

El 26 de febrero de 1916, a bordo del vapor “Antonio López”, la Madre María Angélica partió para España con un primer grupo de religiosas; el 29 de marzo llegaron a Madrid donde la superiora prohibió que se conversara sobre México para evitarles mayores mortificaciones, pero entre ellas violaban esta disposición pues siempre tenían curiosidad por lo que pudiera ocurrir a sus familias; pensaban que su estancia en Europa sería temporal, mientras duraba la Revolución. La Madre María Angélica siguió haciendo penitencias corporales como lo afirma su Diario el 25 de marzo de 1917:

“Tal es mi miseria que aun después de haber recibido tantos y tales dones de Dios aún retrocedo ante el dolor. Me refiero a la acción de grabar sobre mi pecho con un hierro ardiendo el nombre de JHS. Sentía una extrema repugnancia y delante de Dios me avergonzaba de mi cobardía. Así estuve luchando hasta que, por fin, tomando una determinación le dije: . En efecto, aunque el espíritu estaba pronto, la carne flaca rehusaba sufrir, y así en el momento de aplicar el hierro enrojecido me faltó el valor y dejé caer el instrumento… volvió al fuego y por fin lo apliqué pero me quedé tan avergonzada delante de Dios que de vergüenza como que ni me atrevía a hablarle hasta que por último rompiendo el silencio le dije: . Y pasé a la oración pidiendo perdón de mi cobardía”. En marzo de 1922 se enfermó de tuberculosis y en mayo, del Monasterio de Madrid fue trasladada al Monasterio de Bonanza, en Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, donde su Superiora le prohibió seguir escribiendo, incluso limitó sus lecturas. 

“El desarrollo de esta enfermedad, juntamente con otras circunstancias dolorosas, nos lleva a advertir un cierto sentimiento sobrenatural en su conjunto, que ya el mismo médico de la Comunidad constató. No hace falta señalar que la Sierva de Dios vivió esta experiencia terrible de la enfermedad en el cuerpo y la preocupación en el alma en un ámbito profundamente espiritual; ella nunca rechazó el sufrimiento y en todo se sometió a la obediencia. Mientras seguía su vida ordinaria, pues en el año 1925 la tuberculosis todavía no era contagiosa, ella no dejó de recordar que Jesús era la razón de su vida, aunque fuera una época de gran soledad espiritual”.

La Sierva de Dios Madre María Angélica Icaza fue una monja de la Visitación de México. Su causa está ante la Santa Sede, la Positio super virtutibus, o la declaración de sus virtudes, será discutida por los teólogos consultores en Roma. La Madre María Angélica Álvarez Icaza, fue una gran guía espiritual, fundadora mística, Superiora y Presidenta de la Federación, la cual vivió 90 años, entre 1887 y 1977.

Su vida de oración constituye un esbozo de la nación de México, porque ella era ardiente en su oración intercediendo por su tierra natal. Ella era también una poeta mística, ya que misión era difundir las canciones de amor divino a partir de la experiencia de su corazón al mundo. Ella era profundamente leal a su tierra nativa de México y vivió durante su época más turbulenta. Su oración la centraba la mayor parte en la situación de su país natal. Su vida interior y de unión llegó a las alturas del matrimonio místico y más allá, el Señor Jesús. Esta era su aspiración frecuente orar por su país. La necesidad de su país siempre estuvo presente para ella y en su oración. "Nada es imposible para ti, mi Dios, porque tu vas a salvarnos. ¿Por qué me insto tanto a mendigar para México? ¿Es posible que mi oración se quedará inútil siendo así para que pueda ser el que mendiga en mí? Estoy tan segura de ti que de inmediato te doy gracias por todo, y desde luego cedo la mayor gloria a ti. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Nuestra Santa Madre de Guadalupe! " De esta oración se habla de manera tan directa y animadamente que podemos ver el esfuerzo, el tiempo y la intensidad que la Madre Icaza intercedió por su tierra nativa de México, dando gloria a la confianza en el Señor en la santa audacia de la esperanza de Él y de la patrona de su país, Nuestra Señora de Guadalupe.

En su unión con el Señor, ella descubrió su misión de escribir del amor infinito del Señor, el amor divino, en sus canciones de amor a las almas. Ella escribió más de mil de estas canciones de amor. Reflejando profundas intimidades del alma. Madre Ma. Angelica Siervo era muy devota del Corazón de Nuestro Señor y deseaba que el conocimiento y el amor de Dios se extendiera a todo el mundo. Su santidad daría lugar a una fecundidad apostólica. Ella oró para que Jesús fuera a abrazar a todos. "Corazón de Jesús, venga a reinar en nosotros." Madre María Angélica Álvarez Icaza murió en 1977. 

            
Madre María Angélica Icaza, ruega por nosotros.             





jueves, 18 de octubre de 2012

Retrato de una verdadera hija de la Visitación.

Una verdadera hija de la Visitación, dice San Francisco de Sales es un alma que no tiene otro espíritu que el de Jesucristo, que vive en la unión mas intima con Dios, en la más perfecta abnegación de sí misma, en la humildad más profunda, en la paz más constante y en una caridad la más extensa con el prójimo. Es un alma que esta desasida de todo lo terrestre, muerta al mundo y así misma; unida a Jesucristo crucificado, esta enteramente consagrada a su servicio y a su amor; desasida de todo cuidado y de sus pasiones no ocupa su corazón ni su espíritu si no en Dios... Teme brillar, tanto como pecar y teme pecar más que el morir.

Su corazón es el santuario de la virtud, su boca es el interprete de la verdad y toda su conducta la expresión fiel de la vida de Jesucristo; asida y unida a su regla edifica a las otras con su ejemplo, y las alienta con su fervor; modesta en sus acciones y aun con el tono de su voz, igual en humor; suave en la sociedad y prudente en toda su vida, sencilla en toda su conducta y en sus modales; religiosa en todo su porte; humilde sin afectación y grave sin ostentación, seria sin apremio y alegre sin ligereza, complaciente sin debilidad y caritativa sin distinción; devota sin singularidad y fervorosa sin apresuramiento.

En el silencio de la soledad bendice a la Divina Misericordia, que con tanto amor la ha separado del mundo. La oración es el alimento del alma, gime por sus faltas y busca remedios a sus defectos; reflexiona sobre las promesas que ha hecho a Dios, se eleva hasta el cielo para contemplar lo que han hecho por Dios las heroínas de su orden, y a vista de la gloria que corona a los santos se anima a andar sobre sus pisadas. Una verdadera religiosa de la Visitación, corre a la voz de su Dios y sigue todas sus inspiraciones, hace continuamente nuevos sacrificios para corresponder a su amor, y en las delicias de la contemplación gusta de sus dulzuras y santos fervores y las tiernas e intimas comunicaciones del celestial Esposo; se purifica por las sequedades, y en las disposiciones no busca otra cosa que conocer los designios que Dios tiene sobre ella; no desea con ansia ni aspira con ardor si no por el banquete sagrado, adonde Jesús la convida y alimenta de sí mismo.

-Según las enseñanzas de San Francisco de Sales.

viernes, 12 de agosto de 2011

Santa Juana de Chantal

Santoral 12 de agosto

"¿Queréis ser humilde, hija mía? Tratad de conoceros bien; desead que os reconozcan imperfecta;    amad el desprecio, en todas sus formas y de cualquier parte que os venga. No ocultéis vuestros defectos; dejad que se vean, aceptando con cariño la abyección que de ellos os resulte. No dejéis nunca decaer vuestro corazón por alguna falta que podáis cometer. Desconfiad de vos misma y confiad única e incesantemente en Dios, persuadida de que, no pudiendo nada por vos, todo lo podéis con su gracia y poderosa ayuda." -a sus hijas espirituales de la Orden de la Visitación.

Santa Juana Francisca Fremiot nació en Dijon, Francia, el 23 de enero, de 1572, nueve años después de finalizado el Concilio de Trento. De esta manera, estaba destinada a ser uno de los grandes santos que el Señor levantó para defender y renovar a la Iglesia después del caos causado por la división de los protestantes. Santa Juana fue contemporánea de S. Carlos Borromeo de Italia, de Sta. Teresa de Ávila y S. Juan de la Cruz de España, de S. Juan Eudes y de sus compatriotas, el Cardenal de Berulle, el Padre Olier y sus dos renombrados directores espirituales, San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. En el mundo secular, fue contemporánea de Catalina de Medici, del Rey Luis XIII, Richelieu, Mary Stuart, la Reina Isabel y Shakespeare. Murió en Moulins el 13 de diciembre, de 1641.

Su madre murió cuando tenía tan solo dieciocho meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se convirtió así en la mayor influencia de su niñez. A los veintiún años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de quien tuvo seis hijos. Dos de ellos murieron en la temprana niñez. Un varón y tres niñas sobrevivieron. Tras siete años de matrimonio ideal, su esposo murió en un accidente de cacería. Ella educó a sus hijos cristianamente.

En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Ella pasó unos siete años bajo su errática y dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones. En 1604, en una visita a su padre, conoció a San Francisco de Sales. Con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Bajo la brillante dirección espiritual de San Francisco de Sales, nuestra Santa creció en sabiduría espiritual y auténtica santidad. Trabajando juntos, fundaron la Orden de la Visitación de Annecy en 1610. Su plan al principio fue el de establecer un instituto religioso muy práctico algo similar al de las Hijas de la Caridad, de S. V. de Paúl. No obstante, bajo el consejo enérgico e incluso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyons, los santos se vieron obligados a renunciar al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los presos y otros apostolados para establecer una vida de claustro riguroso. El título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

Sabemos que cuando la Santa, bajo la guía espiritual de S. Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados y seres queridos con abandono amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como "las Joyas de nuestra Santa." Gracias a Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa.

A diferencia de Sta. Teresa de Ávila y de otros santos, Juana no escribió sus exhortaciones, conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y admiradoras de su Orden.

Uno de los factores providenciales en la vida de Sta. Juana fue el hecho de que su vida espiritual fuera dirigida por dos de los más grandes santos todas las épocas, S. Francisco de Sales y S. Vicente de Paúl. Todos los escritos de la Santa revelan la inspiración del Espíritu Santo y de estos grandiosos hombres. Ellos, a su vez, deben haberla guiado a los escritos de otros grandes santos, ya que vemos que ella les indicaba a sus Maestras de Novicias que se aseguraran de que los escritos de Sta. Teresa de Ávila se leyeran y estudiaran en los Noviciados de la Orden.

Santa Juana fue una auténtica contemplativa. Al igual que Sta. Brígida de Suecia y otros místicos, era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas. Estableció no menos de ochenta y seis casas de la Orden. Se estima que escribió no menos de once mil cartas, que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad. Más de dos mil de éstas se conservan todavía. La fundación de tantas casas en tan pocos años, la forzó a viajar mucho, cuando los viajes eran un verdadero trabajo.

Sta. Juana le escribió muchas cartas a S. Francisco de Sales, en búsqueda de guía espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte de S. Francisco la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Sta. Juana por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó, a causa de su naturaleza personal sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos espirituales de esta naturaleza.

La canonización de Santa Juana Francisca tuvo lugar en 1767. San Vicente de Paul dijo de ella: "Era una mujer de gran fe y, sin embargo, tuvo tentaciones contra la fe toda su vida. Aunque aparentemente había alcanzado la paz y tranquilidad de espíritu de las almas virtuosas, sufría terribles pruebas interiores, de las que me habló varias veces. Se veía tan asediada de tentaciones abominables, que tenía que apartar los ojos de sí misma para no contemplar ese espectáculo insoportable. La vista de su propia alma la horrorizaba como si se tratase de una imagen del infierno. Pero en medio de tan grandes sufrimientos jamás perdió la serenidad ni cejó en la plena fidelidad que Dios le exigía. Por ello, la considero como una de las almas más santas que me haya sido dado encontrar sobre la tierra".

viernes, 15 de julio de 2011

DESCRIPCIÓN DE LA VERDADERA DEVOCIÓN


Los avisos y ejercicios que se requieren para conducir al alma, desde su primer deseo de la vida devota, hasta una entera resolución de abrazarla.

Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la divina Majestad; mas, como sea que las pequeñas faltas que se cometen al comienzo de una empresa crecen infinitamente en el de curso de la misma y son casi irreparables al fin, es menester, ante todo, que sepas en qué consiste la virtud de la devoción, porque, no existiendo más que una verdadera y siendo muchas las falsas y vanas, si no conocieses cuál es aquélla, podrías engañarte y seguir alguna devoción impertinente y supersticiosa. Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y cada uno pinta la devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado al ayuno se tendrá por muy devoto si puede ayunar, aunque su corazón esté lleno de rencor, y -mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su lengua en el vino y ni siquiera en el agua-, no vacilará en sumergirla en la sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia. Otro creerá que es devoto porque reza una gran cantidad de oraciones todos los días, aunque después se desate su lengua en palabras insolentes, arrogantes e injuriosas contra sus familiares y vecinos. Otro sacará con gran presteza la limosna de su bolsa para darla a los pobres, pero no sabrá sacar dulzura de su corazón para perdonar a sus enemigos. Otro perdonará a sus enemigos, pero no pagará sus deudas, si no le obliga a ello, a viva fuerza, la justicia. Todos estos son tenidos vulgarmente por devotos y, no obstante, no lo son en manera alguna. Las gentes de Saúl buscaban a David en su casa; Micol metió una estatua en la cama, cubrióla con las vestiduras de David y les hizo creer que era el mismo David que yacía enfermo. Así muchas personas se cubren con ciertas acciones exteriores propias de la devoción, y el mundo cree que son devotas y espirituales de verdad, pero, en realidad, no son más que estatuas y apariencias de devoción.

La viva y verdadera devoción, ¡oh Filotea!, presupone el amor de Dios; mas no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien, se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que no sólo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción. Las avestruces nunca vuelan; las gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con pesadez; mas las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con frecuencia veloces y muy altas. De la misma manera, los pecadores no vuelan hacia Dios por las buenas acciones, pero son terrenos y rastreros; las personas buenas, pero que todavía no han alcanzado la devoción, vuelan hacia Dios por las buenas oraciones, pero poco, lenta y pesadamente; las personas devotas vuelan hacia Dios, con frecuencia con prontitud y por las alturas. En una palabra, la devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente, y, así como corresponde a la caridad el hacernos cumplir general y universalmente todos los mandamientos de Dios, corresponde también a la devoción hacer que los cumplamos con ánimo pronto y resuelto. Por esta causa, el que no guarda todos los mandamientos de Dios, no puede ser tenido por bueno ni devoto, porque, para ser bueno es menester tener caridad y, para ser devoto, además de la caridad se requiere una gran diligencia y presteza en los actos de esta virtud.

Y, puesto que la devoción consiste en cierto grado de excelente caridad, no sólo nos hace prontos, activos y diligentes, en la observancia de todos los mandamientos de Dios, sino además, nos incita a hacer con prontitud y afecto, el mayor número de obras buenas que podemos, aun aquellas que no están en manera alguna mandadas, sino tan sólo aconsejadas o inspiradas. Porque, así como un hombre que está convaleciente anda tan sólo el camino que le es necesario, pero lenta y pesadamente, de la misma manera, el pecador recién curado de sus iniquidades, anda* lo que Dios manda, pero despacio y con fatiga, hasta que alcanza la devoción, ya que entonces, como un hombre lleno de salud, no sólo anda sino que corre y salta «por los caminos de los mandamientos de Dios», y, además, pasa y corre por las sendas de los consejos y de las celestiales inspiraciones.

Finalmente, la caridad y la devoción sólo se diferencian entre sí como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera que la devoción nada añade al fuego de la caridad, fuera de la llama que hace a la caridad pronta, activa y diligente no sólo en la observancia de los mandamientos de Dios, sino también en la práctica de los consejos y de las inspiraciones celestiales.

San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota.



lunes, 25 de abril de 2011

Prácticas de la Guardia de Honor.

Son tres las prácticas principales de la Guardia de Honor:

*La inscripción de los asociados en el cuadrante de la obra.
*La Hora de Guardia
*La preciosísima ofrenda.

Inscripción en el cuadrante.

Cuando Nuestro Señor inspiró a la vidente de Paray-le-Monial la misión de promover en el universo entero el culto de su Divino Corazón, precisó en términos indiscutibles cómo entendía que se practicase este culto diciéndole entre otras cosas:

Tengo un singular placer en ver mi amor honrado bajo la figura de un corazón de carne. Deseo que su imagen se exponga en publico a fin de conmover el corazón insensible de los hombres.

Y añadió: en todos los lugares donde esta esta imagen sea impuesta para ser singularmente honrada atraerá toda suerte de bendiciones.

Respondiendo a este llamamiento, la hermana María del Sagrado Corazón Bernaud VSM, por inspiración del mismo Sagrado Corazón y retomando las palabras dirigidas a Santa Margarita María Alacoque al fundar la Guardia de Honor toma por estandarte un cuadrante horario formado por doce estrellas teniendo en el centro la imagen del Sagrado Corazón de Jesús herido por la lanza con este lema: ¡Gloria, Honor, Reparación!

Exige, además, que los nombres de sus miembros ya inscritos en el registro de la Archicofradía conforme a los Decretos Pontificios, lo estén también en el cuadrante (que puede ser cuadrante de admisión o cédula de agregación)

En una época en que la religión de Jesucristo es desconocida o bien relegada a las Iglesias o sacristías y aún en algunas naciones es violentamente perseguida, nuestro Señor reclama culto público de fe, de reparación y de amor. Los Guardias de Honor se lo ofrecen con toda generosidad que merece el Corazón de su Rey y de su Dios ¡Rey mío, Dios mío!

El cuadrante puede exponerse en un oratorio, una capilla y sobre todo en la Iglesia al lado de un altar o de imagen del Sagrado Corazón. Puede también exponerse en el hogar familiar.

La Hora de Guardia.

Los mismos Asociados escogen su hora de Guardia diaria, no deben cambiarla si no por razones legítimas.

No es necesario pasar esta hora en oración, ni en la Iglesia. Diciendo un dia nuestro Señor a Margarita Maria Alacoque que quería ¡todo por amor, nada por la fuerza! parecía precisar ya la manera de hacer la Hora de Guardia. Todo se deja a la iniciativa personal. Cuando dan esta hora, los asociados, sin cambiar nada de sus ocupaciones ordinarias y sin dejar de cumplirlas lo mejor posible, van en espíritu al puesto de amor: El Sagrario. Allí ofrecen a Jesús sus pensamientos, palabras, acciones, alegrías, sus penas, etc. pero, sobre todo, el deseo de consolar al Corazon Divino con su amor. Durante la hora que pasan unidos, cuanto es posible a nuestro Señor, orando, trabajando, sufriendo bajo su divina mirada, los asociados hacen un acto de amor ofreciendo la pena y mortificación que haya en su trabajo, reiterando de vez en cuando la preciosísima ofrenda. Pero nada es obligatorio, cada uno sigue el impulso de su piedad y el atractivo de su alma para santificar esa hora bendita. La Hora de Guardia no causa, pues, a nadie ningún trastorno en sus ocupaciones o en el cumplimiento del deber, incluso en sus esparcimientos. Corresponde de hecho a la obligación de todo cristiano de santificar las acciones más indiferentes haciéndolas por agradar a Dios y cumplir sus santísima voluntad.

De esta manera la Hora de Guardia ha penetrado con facilidad maravillosa en las diversas clases de la sociedad, el hogar doméstico, la fábrica, el taller, la escuela, los hospicios, etc.

Mientras que en todas partes se olvida y se desconoce a Jesús, se procura incluso desterrarle. La Guardia de Honor le hace presente en todas partes.

El asociado debe tener mucho su Hora de Guardia. El buen Maestro sabe cuáles son aquéllos de sus queridos Guardias de Honor que a cada hora deben llegar a sus pies. ¡Su Corazón los espera, quién dirá las gracias que entonces les concede!

La Preciosísima Ofrenda.

La Archicofradía propone a sus Guardias de Honor como modelo de su piadosa función esta primera heroíca Guardia de Honor (la Virgen María, el apóstol San Juan y Santa María Magdalena), que siguió valerosamente a Jesús al Calvario, le consoló en el supremo abandono y fue testigo de la apertura misteriosa de su Sagrado Corazón. Esta primera Guardia le ofreció las primicias del culto de amor y reparación que los Guardias de Honor secundan hoy con tanto celo.

Una gracia incomparable recompensó la fidelidad de los Guardias de Honor en el Calvario: La Virgen María, el apóstol San Juan y Santa María Magdalena fueron llamados a recoger la efusión suprema de la Sangre y Agua que brotaron del Corazón traspasado del Salvador, ofreciéndola a Dios Padre, inauguraron por esta preciosa ofrenda una especie de participación del sacerdocio de Cristo que los Guardias de Honor reivindican hoy como porción escogida de su herencia.

Durante la Hora de Guardia cada asociado esta particularmente encargado de ofrecer ese cáliz de bendición del Padre Eterno. Puede hacerlo de una manera mental y desapercibida, al ir y venir, trabajar o sufrir, conversar incluso; un solo impulso del corazón basta.

En realidad, los Guardias de Honor continúan cerca del Sagrario la santa vigilia del Calvario reproduciendo su triple amor: con Santa María Magdalena el amor arrepentido, con San Juan el amor reparador y con la Virgen María el amor inmolado.

El fin de estas almas generosas es no solamente dar amor por amor, vida por vida a este Corazón que se agotó amándolas, si no también obtener el triunfo de la Santa Iglesia y la salvación de los pecadores por la aceptación de penas, amarguras, cruces con que la Providencia siembre su camino, y aun por voluntarias inmolaciones.

¿Quién podrá decir la gloria procurada a Dios por tales almas, la eficacia de sus súplicas, la perfección interior a la cual se elevan y los consuelos que prodigan al Divino Corazón?

Tales son el origen, el objeto, el fin y las prácticas características de la Guardia de Honor.

Sin Embargo, esta Archicofradía no es en manera alguna extraña a las demás asociaciones erigidas en honor del Corazón de Jesús.