
Su corazón es el santuario de la virtud, su boca es el interprete de la verdad y toda su conducta la expresión fiel de la vida de Jesucristo; asida y unida a su regla edifica a las otras con su ejemplo, y las alienta con su fervor; modesta en sus acciones y aun con el tono de su voz, igual en humor; suave en la sociedad y prudente en toda su vida, sencilla en toda su conducta y en sus modales; religiosa en todo su porte; humilde sin afectación y grave sin ostentación, seria sin apremio y alegre sin ligereza, complaciente sin debilidad y caritativa sin distinción; devota sin singularidad y fervorosa sin apresuramiento.
En el silencio de la soledad bendice a la Divina Misericordia, que con tanto amor la ha separado del mundo. La oración es el alimento del alma, gime por sus faltas y busca remedios a sus defectos; reflexiona sobre las promesas que ha hecho a Dios, se eleva hasta el cielo para contemplar lo que han hecho por Dios las heroínas de su orden, y a vista de la gloria que corona a los santos se anima a andar sobre sus pisadas. Una verdadera religiosa de la Visitación, corre a la voz de su Dios y sigue todas sus inspiraciones, hace continuamente nuevos sacrificios para corresponder a su amor, y en las delicias de la contemplación gusta de sus dulzuras y santos fervores y las tiernas e intimas comunicaciones del celestial Esposo; se purifica por las sequedades, y en las disposiciones no busca otra cosa que conocer los designios que Dios tiene sobre ella; no desea con ansia ni aspira con ardor si no por el banquete sagrado, adonde Jesús la convida y alimenta de sí mismo.
-Según las enseñanzas de San Francisco de Sales.